domingo, 19 de abril de 2009

CHOCOLATE CON CHILE

Durante la última "feria del libro" compré la edición facsimilar de un curioso y maravilloso libro editado por primera vez en la Ciudad de México en el siglo XVII. No lo encuentro aunque, como no le he prestado, sé que debe estar en algún lugar inverosímil porque mi biblioteca no se acerca, para nada, a las dimensiones de la de Alejandría.

Recientemente me topé inadvertidamente con un librito de Bertrand Russell que no encontré hace un año. Estaba, junto a recetas de cocina, al lado del horno de microondas.

El que traigo perdido ahora mismo quizá aparezca entre el serrucho y una llave "Stilson" que tengo en un anaquel altísimo pero, como estoy agotado después de buscar en la lavadora, el horno de gas y la perrera, me niego a seguir buscándolo.

El asunto es que creo recordar que el título es "De si el chocolate quebranta el ayuno eclesial" y el autor, evidentemente "cocoaadicto" se debate en cientos de páginas haciendo increíbles malabarismos silogistas para concluir que tomar chocolate no solo no quebranta nada sino que es un acto eminentemente agradable a Dios Nuestro Señor.

Entre su devaneo, este remoto y novohispano compatriota describe diversas preparaciones del chocolate y sus diferenciados efectos dependiendo de la "sangre caliente" ó "sangre fría" del consumidor.
Buscando calentar algo de mi, decidí hacer una adaptación libre de una de las descripciones:
¡chocolate con chile!



Reuní un buen tequila (corralejo), una tableta completa de chocolate Ibarra (normalmente utilizado para diluirse en leche y tomarse caliente y líquido, nueces y un chile rojo seco.













La secuencia pretende mostrar la forma en que extraje el sabor y color del chile rojo seco: Lo partí en trozos pequeños y decidí incluír las semillas con la esperanza de que su picor neutralice (hipotéticamente. Nunca he preparado esto antes) lo dulce del chocolate. Esta variedad de chile es solo ligeramente mas picante que el pimiento.
Vertí leche sobre el chile (quizá media taza) y lo calenté en el microondas durante 4 minutos.
La leche tomo color café claro. Mediante un cedazo separé el líquido y, en un recipiente de vidrio mas grande, lo vertí sobre el chocolate. De nuevo al microondas.












Caliente y bien mezclado (es importante no sobrecalentarlo por lo que  estuve sacando la mezcla y batiéndola con la mínima temperatura posible) adquirió el hermoso color acanelado que alguna vez vi en una mulata espectacular. En ese momento agregué un chorrito de tequila. Metí las nueces, con un poco de mantequilla, al micro y luego las incluí en el chocolate.

No resistí. Como ocurre al perro callejero dispuesto a tragar el pedazo de bolillo que se le cae al limosnero a pesar de los golpes que el tipo le propina (mmmh...recordé que el protagonista de "el extranjero" de Camus golpeaba salvajemente a su querido perro), tragué un corazón envuelto en humeante chocolate y...¡pendejo!, la escaldada me impidió discriminar cualquier sabor.



Una vez refrigerado endureció lo suficiente como para mantenerse en el recipiente pero suficientemente blando como para "cucharearlo".
¿Cómo calificarlo?...me hubiera gustado que quedara sublime pero solamente le pondría nota aprobatoria. No se identifica ningún sabor del chile ni del tequila y es que, la próxima vez, tendré que usar chocolate semiamargo porque este es espeluznantemente dulzón.
Además buscaré en alguno de los mercados populares unas tabletas de chile rojo molido que vi por ahí hace años para poder incluir mas tequila.

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